martes, 28 de enero de 2014

Capítulo 3




Éramos cientos de miles, tantas
como estrellas en la noche, otrora,
cuando la Provincia Gigante de las Indias,
las privilegiadas que habitábamos el único
continente que va de polo a polo sin
interrupción; colorido, perfumado, singular
edén lleno de promesas y con
sugestivas curvas de mujer.

Primero,… curioseó el gigante
rubio de ojos azules, quien acompañó
asombrado nuestro vuelo, impresionado
ante tanta grandeza; así como vino,
volvió a partir.

Le siguieron el hombre blanco de rizos negros,
y el negro de mirar lejano,… y se quedaron para
arrinconar al hombre de bronce que me puso nombre y lo pronunció con respeto, por vez primera.

Lamentablemente nos fuimos yendo de a poco,
sin prisa pero sin pausa, cuando talaron nuestros
bosques, empobrecieron nuestra tierra y poluyeron las aguas.

Hoy nos cuentan con los dedos de las manos;
perdimos fuerzas pero no grandeza, en este andar
de dolor creciente.

¡No permitas que me extinga!

¡¡No permitas que el Paraguay se pierda!! 



Habla la Tierra ¡Escuchen!
y a veces hasta canta
gemidos imperceptibles sobre
cómo la hiere el sol veraniego,
y la acaricia la brisa otoñal.

Tierra roja, tierra santa,
teñida con la roja sangre
del hombre de bronce y
de tantísimos valientes,
duros como el quebracho.

Sueños de paz arrastra la brisa
hasta algún rincón perdido,
y casi sin haberlo querido
se lleva también los míos,
saturados de orgullo y dignidad;
orgullo de ser paraguayo,
digno ejemplo de gigantes como el amado Dr. Francia
y San Roque González
de la Santa Cruz.

Urutaú, ya no llores,
¡Nada ganarás con eso!
ya comenzó el proceso
del resurgir nacional.
En esta patria querida,
con mente ágil, mano
firme y grande voluntad.
las águilas vuelven a volar.

El delito contra el alma
“conformismo y abandono”
nunca se instalará,
porque toda esa lepra
“somatización cruel”
es pura llaga corporal
que al fin se extinguirá;
y así el Paraguay eterno,
con una dimensión real
y áureo sol de mayo,
por siempre brillará…
CREYENDO, CREANDO, CRECIENDO.

Diciendo así, se adormece
mecido por la correntada
el poderoso águila imperial,
alejándose de la montaña,
el bosquedal y la maraña,
para contemplar el ancho mar

que también le pertenece.





Desde lo alto, veo a álguien
sentado a la entrada de una iglesia.

Multitudes pasan, y casi nadie lo ve,
arrebujado en las solapas de su saco.
Sonríe quizás a algún feliz recuerdo,
mirando lejos, con aire indiferente.

Este, que fuera luchador y valiente,
hoy acabado, triste, solo, doliente,
se pierde en las recovas de su mente
pareciendo solo estampa del ambiente.
Antes buen obrero y tal vez creyente,
arrincónase senil, vacío, penitente,
de una iglesia en su rincón silente,
en espera de la limosna de la gente.

Perdió todo su vigor el brazo fuerte
tiñéndose de invierno aquella frente,
que hiciera ayer de todo su presente
tratando de cambiar tan mala suerte.

Casi finalizando el día, el ángelus
tañe en SAN CRISTÓBAL sus campanas,
recordando a todas las almas sanas
elevarle una plegaria al buen Jesús.

Mientras, en el campanario una cruz
nos recuerda el gigantesco suplicio,
del ser justo, que con su sacrificio
permitió que por siempre sea la luz.

Así conforme con su ilusión ya inerte,
vencido se aleja al fin aquel mendigo
en busca del único e infaltable amigo,
el sutil abrazo cariñoso de la muerte.

Mendigos son no solo los huérfanos de
bienes materiales, sino también los
abandonados espirituales y morales.
MENDIGOS son los que olvidando el mandato

de Dios, ya no luchan por la PATRIA.




Semidormido y volando en círculos,
el águila también piensa en el principio,
cuna y sementera de todas las grandezas…
La doncella guaraní, hija del hombre de bronce,
la mujer paraguaya.

Mujer de suave cabellera
y mirada profunda como el mar,
acércate a mi para escuchar
cómo me agita tanta espera.

¡Ven a mi! ¡Ven por piedad!
Al caer la sombra primera
de una noche en primavera
con sabor a eternidad.

Busco la luz de tus ojos
como a Dios en un altar,
para así poderle contar
que sin amor, somos despojos.


El simple hecho de amar
casi llena la vida toda,
y a la vez nos acomoda
para nunca querer cambiar.

¡Ven a mi, mujer de bronce!
¡Hija de águila ven a mi!

La hora del despertar
de la patria ha sonado,
y de la vida enamorado
nunca dejaré de luchar.

El águila imperial
a la luz de los cocuyos
vela siempre por los tuyos
y por tu alma inmortal.

TAGUATO RUVICHA reclama sus tierras, Tus Tierras, NUESTRAS TIERRAS,
los bosques, las aguas, la integridad, la dignidad y la grandeza,…y te ordena “LUCHAR y LUCHAR para VENCER y VENCER” con mente ágil,
mano firme y voluntad indomable como lo enseñó
el amado Dr. José Gaspar Rodriguez de Francia.
¡Por Dios y por la Patria
hacédlo hasta el final!




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lunes, 27 de enero de 2014

Capítulo 2

Capítulo 2...

Dicen que como las olas del mar enredadas con las caracolas de Alfonsina, van y vienen caprichosamente los “nacionalismos”, en su intento de revalorizar el ser colectivo, para volver a alcanzar el nivel de plenitud con esperanzas.
Todo nacionalismo, del signo que fuere, es terapéutico (restaña viejas heridas para en su devenir causar las nuevas), y a la vez es un bálsamo para el alma social en su gestación de identidad entre el hombre y la tierra.
Es a esta identidad a la que llamamos “nacionalismo o alma nacional”, una orgullosa conciencia del ser popular en su dimensión histórica.
Así presentado a grosso modo, vayamos al nuestro…
En los albores, el hombre de bronce holló la tierra roja observando el cálido cielo azul, donde de tanto en tanto y volando en círculos, se apreciaba la grandeza del águila más poderoso de la Tierra, al cual llamaron Taguató Ruvichá, como expresión de tanta plenitud.
Durante siglos nada faltó en este hábitat singular e inconfundible; ni siquiera los grandes y pequeños traumas que certificaban la ley de los ciclos, como también aconteció en todos los rincones de la Tierra.
Así  se sucedieron desangres, anemias y empobrecimientos traducidos en sufrimientos somatizados, para albergar en su telaraña vivencial gérmenes indiscutibles de esperanza.
Así, las heridas y traumas iban, y los desplomes y lamentos venían; hasta que los primeros cantares de esperanza iniciaron la curva ascendente creando conciencia.
No bastaron la Guerra Grande y la Guerra del Chaco, ni las infamias de propios y extraños, para impedir que la naturaleza toda, tierra, bosques y ríos despertaran al amparo de las alas desplegadas del águila más poderoso de la Tierra.



LA ORACIÓN DE UN ÁGUILA


Si ya no existiera una esperanza,
me alejaría montando el silencio
de este grave y rancio atardecer,
en el abrazo suave de ese viento
que ya ni queriendo sabrá volver.

Pero ten por seguro que con gran
alegría, enmarcada en la lejanía,
tus glorias me harían recordarte,
y aunque se vaya el sol cada día 
nunca jamás yo dejaría de amarte.

Por ello bato mis alas, y porque
nací para insistir en el reclamo
de tierras que abarcan mi mirada.
¡Todas son tuyas mi Patria amada,
 y te las devolveré porque te amo! 

Llora, llora Urutaú en la rama del Yatay;
el águila también se lamenta expectante,
sin dejar de soñar con días mejores.



Patria querida

Tu sol languidece hoy, patria amada,
y tus hijos sin quererlo se atontaron,
cuando en tu recia espalda clavaron,
la vil daga que te hiciera desdichada.

De poderosa nación, te hicieron nada,
cortando el vuelo del águila imperial,
que mortalmente herido en su costal,
perdióse rodando en la hondonada.

Sigue tu majestad gravemente mancillada,
porque inexplicablemente todos olvidaron,
que millones orgullosamente marcharon
a defender tanta grandeza, ya pasada.

Cenizas quedan donde hubiera fuego,
para la gloria de Dios y la bandera,
de valientes que buscando primavera,
perdiéronse en el ayer para volver luego.

Y se enfrían ya las cenizas de aquel fuego
porque todos contra todos arremeten,
sin saber que el crimen que cometen,
nos hace carne de cañón para morir de nuevo.

¡Oh Dios! Mantén muy en alto al brazo fiero,
para alejar el temor y la duda del guerrero,
que lleno de graves injurias, pero entero,

sabe que por siempre LA PATRIA ESTA PRIMERO.




“PARAGUAY” nació gigante,
nunca se habrá de acabar,
por eso te quiero contar
cómo moverte en adelante.

En la calidez de tu alma,
guarda tu patria querida,
que aunque muy malherida
sobrevive en paz y calma.

Ya jamás dejes tu puesto,
y sé fiel en la grandeza
con fiero amor y firmeza.
EL ÁGUILA ESTA DISPUESTO…

TAGUATO RUVICHA
reclama sus tierras,
Tus tierras, NUESTRAS TIERRAS.




Todo movimiento busca el reposo
como el vuelo del ave, una rama.
Nación que vive, a gritos clama
por un futuro grande y generoso.

No se trata de un simple antojo
el que hoy reclame esas tierras.
ellos me enchufaron dos guerras
y nunca asimilaré tanto despojo.


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domingo, 26 de enero de 2014

Capitulo 1 - Justa

Justa...

Como nube que se aleja, y como pluma casi suspendida en el aire, flota el recuerdo de Justa entre descuidados campos de labranza, soledad, infortunio y desesperanza.
Una de las tantas, que desde el vamos, cuando se silenciaron los cañones, pusieron el hombro y dieron el espartano ejemplo de sangre, sudor y lágrimas.
Una de las tantas que con su sacrificio e incalculable amor a la patria, nos enseñaron a ser nacionalistas, tan respetuosos como prudentes y tan moderados como inclaudicables.
“Justa la Residenta” tuvo un hijo en 1878, a quien llamó Cipriano; entonces es de suponer que nació alrededor de los años 60.
Una niña aun vió pasar ante sus ojos los horrores de la Guerra Grande, justo a tiempo para merecer su nombre y cargar sobre sus tiernas espaldas, su cuota de responsabilidad y sacrificios para el resurgir de la patria empobrecida por el genocidio y el saqueo.
Justa Ibañez o Justa de Ibañez, de Guarambaré solo sería recordada como “abuela Justa” y su hijo Cipriano Ibañez llegaría a ser entre otras cosas , presidente de la república del Paraguay (Ver … Presidentes Masones del Paraguay en internet) en 1911.
Cipriano Ibañez contrajo nupcias con Aparicia Frutos (profesora normal perteneciente al primer grupo de egresadas del Instituto de las hermanas Celsa y Adela Speratti), hermana del Dr. Juan Manuel Frutos, también Presidente de la República del Paraguay, años más tarde.
Cipriano y Aparicia tuvieron una hija a la que llamaron Justa Adela (Justa por la abuela y Adela por una de las Speratti, a quien Aparicia tenía en muy alta estima)
Tempranamente viudo, volvió a contraer matrimonio con María Ramírez, toda una dama, con quien tuvo, dos hijos más, María Delia y Blas Cipriano.
Así, la palabra se hizo verbo, y este se hizo milagro de multiplicación  para que los actuales descendientes de aquella abnegada mujer… los Ibáñez Ramírez , los Ibáñez Frutos, los Bader Ibáñez, los Gómez Ibáñez, los Ibáñez Pankow , los Bader Simón , los Bader García , los Bader Cardozo, los Cáceres Bader , los Benítez Bader, los González Bader  , los Bader Schulze , los Castillo Bader , los Michel Kolm, los Bobadilla Meza, y sus nuevos brotes, la reconozcan en su dimensión patriótica , y se comprometan como ella misma lo hizo, con la patria querida de todos los paraguayos.

“Abuela Justa”, matriarca y raíz del gran árbol de la vida que sigue creciendo, nunca imaginó que en su vientre germinaría la semilla de una nueva casta  de patriotas, comprometidos, con ansias de superación y de servicios permanentes, para este nuestro sufrido Paraguay eterno.

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