Capítulo 2...
Dicen que
como las olas del mar enredadas con las caracolas de Alfonsina, van y vienen
caprichosamente los “nacionalismos”, en su intento de revalorizar el ser
colectivo, para volver a alcanzar el nivel de plenitud con esperanzas.
Todo
nacionalismo, del signo que fuere, es terapéutico (restaña viejas heridas para
en su devenir causar las nuevas), y a la vez es un bálsamo para el alma social
en su gestación de identidad entre el hombre y la tierra.
Es a esta
identidad a la que llamamos “nacionalismo o alma nacional”, una orgullosa
conciencia del ser popular en su dimensión histórica.
Así
presentado a grosso modo, vayamos al nuestro…
En los
albores, el hombre de bronce holló la tierra roja observando el cálido cielo
azul, donde de tanto en tanto y volando en círculos, se apreciaba la grandeza
del águila más poderoso de la Tierra, al cual llamaron Taguató Ruvichá, como
expresión de tanta plenitud.
Durante
siglos nada faltó en este hábitat singular e inconfundible; ni siquiera los
grandes y pequeños traumas que certificaban la ley de los ciclos, como también
aconteció en todos los rincones de la Tierra.
Así se sucedieron desangres, anemias y
empobrecimientos traducidos en sufrimientos somatizados, para albergar en su
telaraña vivencial gérmenes indiscutibles de esperanza.
Así, las
heridas y traumas iban, y los desplomes y lamentos venían; hasta que los
primeros cantares de esperanza iniciaron la curva ascendente creando
conciencia.
No bastaron
la Guerra Grande y la Guerra del Chaco, ni las infamias de propios y extraños,
para impedir que la naturaleza toda, tierra, bosques y ríos despertaran al
amparo de las alas desplegadas del águila más poderoso de la Tierra.
LA ORACIÓN DE UN ÁGUILA
Llora, llora Urutaú en la rama del Yatay;
el águila también se lamenta expectante,
sin dejar de soñar con días mejores.
Si ya no existiera una esperanza,
me alejaría montando el silencio
de este grave y rancio atardecer,
en el abrazo suave de ese viento
que ya ni queriendo sabrá volver.
Pero ten por seguro que con gran
alegría, enmarcada en la lejanía,
tus glorias me harían recordarte,
y aunque se vaya el sol cada día
nunca jamás yo dejaría de amarte.
Por ello bato mis alas, y porque
nací para insistir en el reclamo
de tierras que abarcan mi mirada.
¡Todas son tuyas mi Patria amada,
y te las devolveré porque te amo!
Llora, llora Urutaú en la rama del Yatay;
el águila también se lamenta expectante,
sin dejar de soñar con días mejores.
Patria querida
Tu sol languidece hoy,
patria amada,
y tus hijos sin
quererlo se atontaron,
cuando en tu recia
espalda clavaron,
la vil daga que te
hiciera desdichada.
De poderosa nación, te
hicieron nada,
cortando el vuelo del
águila imperial,
que mortalmente herido
en su costal,
perdióse rodando en la
hondonada.
Sigue tu majestad
gravemente mancillada,
porque inexplicablemente
todos olvidaron,
que millones
orgullosamente marcharon
a defender tanta
grandeza, ya pasada.
Cenizas quedan donde
hubiera fuego,
para la gloria de Dios
y la bandera,
de valientes que
buscando primavera,
perdiéronse en el ayer
para volver luego.
Y se enfrían ya las
cenizas de aquel fuego
porque todos contra
todos arremeten,
sin saber que el crimen
que cometen,
nos hace carne de cañón
para morir de nuevo.
¡Oh Dios! Mantén muy en
alto al brazo fiero,
para alejar el temor y
la duda del guerrero,
que lleno de graves
injurias, pero entero,
sabe que por siempre LA
PATRIA ESTA PRIMERO.
“PARAGUAY” nació gigante,
nunca se habrá de acabar,
por eso te quiero contar
cómo moverte en adelante.
En la calidez de tu alma,
guarda tu patria querida,
que aunque muy malherida
sobrevive en paz y calma.
Ya jamás dejes tu puesto,
y sé fiel en la grandeza
con fiero amor y firmeza.
EL ÁGUILA ESTA DISPUESTO…
TAGUATO RUVICHA
reclama sus tierras,
Todo movimiento busca el reposo
como el vuelo del ave, una rama.
Nación que vive, a gritos clama
por un futuro grande y generoso.
No se trata de un simple antojo
el que hoy reclame esas tierras.
ellos me enchufaron dos guerras
y nunca asimilaré tanto despojo.
G.E.B.Y 86.231
769/82
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